Nota:
Debo avisar de mi perniciosa inconstancia en el seguimiento de escritos al
blog.
Larga
experiencia, desde 2005 a 2013 he publicado en el primero y único que tuve
hasta entrar en este lugar que veo me ofrece mejores posibilidades de
presentaciones y ‘adornos’, quizás para algunos, recargados pero a mí le añaden
un ingrediente de alegría.
Entonces
para no ser menos, en esta serie que me he planteado sobre ‘cotilleos’ y que me
van llegando recuerdos y vivencias, escribí el siguiente artículo que al irme
el día 3 no publiqué, trataré de ir cogiendo el hilo.
La
continuación del tema propuesto deriva en diversos vericuetos e hijuelas. Como
no tenía programado el asunto, carecía de un boceto ordenado, me tengo que
servir de buscar en ese baúl pero a ciegas, palpando a tientas con mis manos.
Entonces,
retrocediendo pero a épocas vividas, recuerdo que, al retornar de mis años
barceloneses, con 9 años volvimos al modesto piso alquilado en la calle Ciudad
Real, en la que nací, como era normal en la época, casualmente, la comadrona
colegiada que atendió a la Sra. Teo ,
mi madre, era la vecina del piso de debajo de mi casa, Dª Felisa Celorrio,
‘aparente marimacho’, grandona, pelo rufo plateado y predecesora de la Montiel , se endilgaba unos
habanos no sé si caros pero era una locomotora andante, pues con sus manazas
salió mi cuerpecillo, ignoro el peso pero dijo mi madre que lo normal en un
niño.
Bien
pues al haber sido urbanita, vida infantil a caballo entre Barcelona y Madrid,
no conocí un auténtico pueblo rural hasta los 11 años. Esto tiene un nexo con
lo que a continuación expreso.
Instalado
en Madrid, definitivamente, al llegar aquellos sofocantes estíos del poblachón
manchego (Madrid para más detalles), las casas carecían de cualquier respiro.
La corriente establecida entre dos ventanas de opuesta orientación. Los muros
de las casas al tener un gran espesor, contribuían al no excesivo
calentamiento, pero ‘las calores’ invadían las viviendas. Poca luz, sin
televisión, unos armatostes radiofónicos que eran el entretenimiento del vulgo,
con sus seriales, concursos de cánticos, etc.
Llegada
la caída de la tarde, poco a poco empezaban a bajar mujeres, con sillitas de
madera, en patas y respaldo y enea para el asiento. Botijos amarillos, los más
normales y color teja de barro más refinado, que se compraban, sobretodo a los
botijeros extremeños que los traían en alforjas o artolas entre mucha paja para
evitar su rotura y clamaban por las calles ‘el botijherooooooooo’. Con el
tiempo me he enterado que el mayor productor de botijos fue un pueblo cordobés
llamado La Rambla
que contó con más de 800 alfarerías de botijos y otros recipientes.
A esto
botijos de de agua refrescada en los poyetes de las ventanas, también se unía
alguna gaseosa y después cuando se unía algún hombre, al contertulio, aparecían
las preparadas botas que ‘hacían’ con su pez o brea interior un agradable vino.
Pues
estos mentideros eran ‘fábrica’ de noticias de lo acontecido durante el día,
cada corresponsal aportaba el fruto de sus pesquisas, no descuidando la entrada
y salida de cada vecino, obligado a saludar, claro está, a esas ‘doctoras
autolincenciadas en cotilleo. Los que pasábamos por esa ‘pasarela’ éramos
saludados con cierto aire de fingimiento y tras pasar la barrera, te ‘hacían el
traje completo’ y a la medida de cada ‘costurera’.
Si
alguien lucía algún atuendo, algo más, fuera de lo habitual, salía enseguida
‘¿de dónde lo sacarán?
Generalmente,
estas persona, tenían cuenta de crédito abierta en los coloniales o tiendas de
ultramarinos e iban liquidando semanalmente, (solían cobrar los obreros en
estas etapas) lo pactado con el del guardapolvos gris y lapicero en oreja que,
generalmente, hacía algún añadido a las cuentas pendientes ¡coño, los intereses
como siempre hicieron los prestamistas! y no carentes de razón puesto que ellos
anticipaban los productos y a riesgo de alguna quebranto, con o sin duelo, como
el plato típico manchego que se menciona en el gran libro de cocina que es El
Quijote.
Y así
iban pasando las acaloradas noches veraniegas …
(abundaré
en más detalles sobre el asunto que me va sobreviniendo tal cual escribo…)
(Continuará…)







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