… Pues
continuando con el asunto curioso pero muy dado, el cotilleo no tiene barreras,
es un campo ilimitado, infinito. Pongo un ejemplo, siendo yo algo el
protagonista del cotilleo y voyeurismo, vivo en una calle que tiene unos 15
metros de ancha, lógicamente, enfrente hay casas de 6 pisos como la mía, esas
casas tienen ventanas, la mía tiene ventanas y terraza. Normalmente y cuando el
tiempo lo permite, te asomas de vez en cuando a la terraza, yo que no salgo
mucho a la calle por las limitaciones que comenté en el primer episodio, como
paso muchas horas en el ordenador, aparte de que me guste, lo aplico para
múltiples aficiones, pues siguiendo consejo de que cada hora más o menos es
conveniente dejar pantalla y estirarte un poco, salgo a esa terraza. Si es a
primera hora, te encuentras con vecinas que están limpiando y sacudiendo
alfombras u otras cosas. Éstas también echan un vistazo a la calle y,
curiosamente, con algun@s nos saludamos en la calle pero ignoro porqué no
damos, aunque sea de mano como saludo, no es cuestión tampoco de intercambiar
diálogos a esa distancia.
Bien
pues llegado el verano, los límites a los que tiene mejor acceso de visión
desde mi almena, se hallan, más o menos, abiertos y hay ocasiones en que la ropa
de casa es más escueta por los calores y volviendo a ese voyeurismo, pero es
que te lo encuentras de frente, ves algo más de la cuenta.
Hubo
una época anterior, calentita. En dos casas, sobre todo en una se veían cuerpos
desnudos e incluso actuaciones de pareja sin recato alguno, con luces
encendidas en la noche y ventanas de par en par.
En fin,
terminas mirando, no como obsesión pero si curioseas más de la cuenta
(cotilleas). Yo nunca hice comentario alguno de estas visiones reales pero he
conocido personas que han dado pelos y señales de sus ventanas indiscretas.
No se
trata de decir de que cada uno en su casa puede hacer lo que quiera pero tan
poco nadie te podría recriminar de que fueras observador cuando lo que hay es,
exhibicionismo manifiesto y no voy más allá porque no quiero derivar en
centrarme en tales escenas, por otro lado, no se dan habitualmente.
Pero
desde la observación de la atalaya, ves entrar y salir a los trabajos, a las
compras, conoces el tipo de coche que tienen, sabes si se van o no, fines de
semana. No se trata de que te guste tener esos conocimientos es que, al igual
que en la tele oyes cosas que no quisieras, no por ello tienes que dejar de ver
la caja tonta.
No
soporto los cotilleos de los programas rosa, claro ahí median intereses de dar
pelos y señales de sus vidas por una determinada cantidad de dinero.
El
cotilleo de barrio es gratuito.
Luego
están los encuentros de vecindario en la calle, las paradas, no es mi casa, a
veces son prolongadas. Hay quienes parece que te hacen una entrevista para
conocer a fondo tú vida, si cuentas males, eres el objetivo de la lástima que
tienen de que te encuentres mal y te desean lo mejor y no faltan las ofertas de
‘cuenta conmigo para lo que quieras’, es mejor que no tengas necesidad porque
sino, como vulgarmente se diría, ‘vas dao’, siempre surgirán excusas que anulen
las ofertas hechas.
Si
hablas de que todo va bien y que has ido… o te has comprado… o te ha tocado
premio d…., una alegría simulada se manifestará en el interlocutor pero ‘ese
cruce simbólico de dedos’ añadido a esa amarillenta envidia, pecado capital
principal del español como ya dijera en su libro ‘El español y los siete
pecados capitales’ el conocido escritor Fernando Díaz Plaza. Ese carcomido que
has creado en tú oyente a la vez que se entera te está deseando ‘que sea para
mal’.
Esta es
una continuación de las apreciaciones que se pueden ir haciendo sobre los
cotilleos populares, la historia veo que me va dando de sí para proseguir sobre
ello.
(Continuará…)



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