jueves, 27 de junio de 2013

COTILLEOS DE BARRIO (I) – 27/06/2013

 
 
 
 
 
Este tema, como casi todos en los que entro, da mucho de sí y el problema es que tengo poca capacidad de síntesis. Expliqué un día que siempre que he realizado algún escrito de cualquier manera, incluso una serie de correspondencia que mantuve con mi padrino que residió en Perú, él, era también muy extenso, cada carta que nos intercambiábamos contenía, en papel cebolla, por aquello del peso, y del franqueo en avión, unos 6 u 8 folios. Los inicios, eran, primero, ponernos al día en nuestras vidas familiares pero luego, él, con una amplia cultura, más que por unos estudios realizados en España en la década de los 40 y por los que consiguió una maestría Industrial, siendo contratado por Telefónica pero Emilio, mi tío, y otro hermano 2 años más joven, Carmelo, por sentimientos políticos contrarios al régimen, aunque no implicados, sino no hubieran podido salir de España, tomaron rumbo a Argentina. Mis padres, hermana y yo vivíamos en Barcelona y el transatlántico que les iba a llevar a Buenos Aires, partía del puesto de Barcelona. Estuvieron unos días en nuestra casa rematando detalles y como no podían llevar el dinero que pretendían para no partir allí de cero, en barras de jabón de afeitar que eran cilíndricas de unos 12 cms de largo y un diámetro de unos 8, las ahuecaron e introdujeron pesos argentinos conseguidos en el mercado negro. El peso argentino, de aquella boyante Argentina peronista, equivalía a 5 pesetas.
En unos veinte días el Cabo de Buena Esperanza, nombre del vapor, les condujo a ese ‘paraíso’ para ellos.
Como siempre me he desviado y de paso he contado otros temas familiares, el caso es que aquella largas epístolas, unido a que luego, cuando leí al maestro francés de finales del siglo XIX, Marcel Proust y su famosa ‘Recherche’, siete tomos en los que el enfermizo escritor, en ocasiones, llegaba a utilizar hasta 30 páginas para describir una habitación, ‘claro te terminabas sentando en uno de sus sillones y asomándote a sus ventanas corriendo las cortinas’, tal era su exposición.
Pues discípulo, sin aspiraciones a equipararme salí, me convertí en mis descripciones.


 
 
 
 
 
 
 



Volviendo al sendero que me planteo, el chisme (chisme, cuento, chafardeo, murmuración, chismorreo, enredo, comadreo, facundia, verborrea, labia, charlatanería, locuacidad, cacareo, cloqueo, palabrería… ¡basta, sino no tiene fin!).

Acortando caminos, otros matices se harán en su momento, actualmente, mi única, casi salida, por imperativos de movilidad, es a un bar a unos 100 metros de casa, Hnos Jiménez.
 
 
 
 
 
 
 









 
Bar modesto de barrio, desayunos en la mañana, aperitivos, al medio día, 3 mesas en las que puedes comer con un diseño de Esteban, el regidor del bar, cafés tras comidas y llega mi momento, alrededor de las 7 y media, bajo a tomar mis copillas, a charlar con los contertulios conocidos de ese horario, alternamos ver algún concurso de preguntas que oferta Antena3, en esa franja de horario de 7 a 9, y, como no, se habla del tiempo climatológico, tema insoslayable, da mucho de sí, de algún acontecimiento del día y luego, ‘inadvertidamente’ llega, ‘sabes que fulatinito…’, ‘no te has enterado de la que vive en 50 que ha…’, ‘mira ese que pasa por ahí, le he visto en…’, y miles de etcéteras.

En una palabra, ‘sin pretenderlo’, ‘cortando trajes a medida’, hablando a espaldas de, ¡CHISMORREANDO COÑO!

Y luego sale el ‘disfraz’ o ‘vaselina’ “y que conste que a mi no me importa la vida de nadie, pero es que esto…?

BLA, BLA, BLA, …

Cuando salgas por la puerta con el consabido ‘que descanséis y hasta mañana…’. Pues ya sabes cuando llegas a casa ya te ‘han hecho el pijama’. El mío es escueto, me lo inspiró Adán, antes de la hoja de parra.

(Continuará…)




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