jueves, 1 de agosto de 2013

COTILLEOS EN DIFERENTES VERSIONES – (V) – 31/07/13


 


(Blasón de la villa de Alcazarén)


 
 
 
 
 

Como bien he contado y sino lo vuelvo a contar, al ser urbanita, 9 años en Barcelona, 59 en Madrid y 1 en Cáceres. No he tendido la versión rural del chafardeo local.

Teniendo 11 años, pisé por primera vez un auténtico pueblo rural, corría la época de los 55, el lugar fue Alcazarén, pueblecito agrícola, hortelano y muy piñero, sito a 32 kms de la capital de provincia, Valladolid, único medio de enlace un derrengado autobús que creo que iba y volvía 1 vez al día. Por entonces no era necesario gestionar papeleos en la capital en asuntos generales. Desde Madrid, se llegaba a un pueblo literario y cabeza de partido como es Olmedo.

D. Félix Lope de Vega y Carpio, la pluma más prolífica de la literatura española por aquellos años del siglo XVI, en una de sus obras dejó nominación de esta villa ‘EL CABALLERO DE OLMEDO’.
 
 
 

Sus personajes nos dicen ya algo de trama que se desvela:

Personajes principales

  • Don Alonso, «el caballero de Olmedo», personaje principal de la obra, viene a Medina, donde se enamora de doña Inés. Es caracterizado como atractivo, valiente y cortés.
  • Doña Inés, la dama de la obra, de la que se enamoran tanto don Alonso como don Rodrigo.
  • Doña Leonor, la hermana de doña Inés.
  • Don Rodrigo, prometido de doña Inés, es el antagonista de don Alonso. Se le presenta como un personaje cobarde y traicionero.
  • Fabia: alcahueta que sirve de intermediario entre doña Inés y don Alonso. Es una figura similar a la Celestina de Rojas.
  • Tello: criado de don Alonso y cómplice de su relación con doña Inés. Representa la figura del donaire o gracioso.

Aparte de estos personajes también podemos señalar otros que, a pesar de no tener tanta importancia, son destacables: Doña Ana, la criada de Inés, Mendo, el criado de Don Rodrigo que es el que finalmente dispara a Don Alonso, Don Pedro, el padre de la protagonista, ...

 

No recuerdo bien la ruta que seguíamos para llegar a Olmedo, si era en tren, allí nos iban a buscar unos tíos de mi madre, en un carro rústico de madera, con ruedas de gran diámetro forradas en su parte de desplazamiento de hierro o acero. Este carro iba tirado por dos burros de gran alzada, de los 3 que ellos tenían para sus labores agrícolas. Uno de ellos de gran experiencia 19 años le contemplaban y dos jóvenes, Gallardo y Zamorano de 7 y 5 años. Lógicamente tareas más duras.

Los 10 kilómetros que separaban ambas localidades eran eternos pero yo, como chiquillo, disfrutaba de algo nuevo, jamás visto antes.

Al año siguiente volvimos. Esta vez ya fuimos en autobús de la empresa Fernández que iba hasta León y en este kilómetro 158 hacía parada para bajar la gente y bultos, de ahí ya nos recogían en el carro y al pueblo había poco más de un kilómetro.

Lo que me guía a llevar esto al plano ‘COTILLEO’, es que aquellas personas campesinas cualquier cambio de evento en su vida era novedad y cuando un primo mío, año y medio menor que yo, transitábamos por la calles del pueblo por cualquier puerta que pasáramos, la mujer de turno que estuviera a sus tareas domésticas te gritaba ‘¡¡¡VOSOTROS DE QUIÉN SOIS!!!, yo y mi timidez respondíamos de manera informadora, mi primo que había ido más veces decía ¡De quién vos a ser, de mi padre y de mi madre!. Ahí lo que la gente quería saber era a que apodo estaríamos ligados, no recuerdo bien cual sería nuestro apelativo o mote pero todo el mundo tenía alguno.

Como era el mes de agosto, en estas tierras llanas de Castilla la Vieja entonces, hacía un calor extremo y a la caída de la tarde, una vez regresados del campo, las personas sacaban sus sillas de enea o bancos de piedra que tenían adosados a la fachada de las casas y hacían sus tertulias, contando o aportando cada uno lo que había oído o sabido durante la jornada. Desde lo avanzadas o atrasadas que iban las labores de siega y demás quehaceres de trilla, aventar y fardar la paja y llenar los saquillos de grano medidos en arrobas de 11,5 kilos que fue la medida oficial que quedó ya que cada comarca tenía sus variaciones y se decía que era la cuarta parte del quintal, cosa que en la realidad no era así, porque al quintal le asignaron 100 kilogramos. Estas medidas diferían en todo a las anglosajonas pero no viene al caso en entrar en esas precisiones.

Ya se menciona sobre el año 939 el arranque de las huestes de Abderramán III hacia ‘al-Qasrayn’ (Alcazarén) ‘Tierra de los dos Alcázares)

Alcazarén, era y es un pueblo, con su clásica plaza Mayor, su iglesia principal, luego a unos metros a la salida, la ermita del Cristo, camino del río Eresma que estaba a 2,5 kms en donde había un puente viejo llamado Mediana. Este río afluente del Pisuerga y, por tanto subafluente del Duero, también pasaba por la ciudad de Segovia, siendo el que rodeaba al Alcázar famoso, al paso cercano de ese pueblo, a lo sumo te cubría hasta las rodillas, con riberas espesas de zarzamoras y frutos del bosque y en sus bordes cavidades cangrejeras. Mi abuelo metía un brazo y lo sacaba lleno de cangrejos pinchados a sus carnes y, claro, a la cazuela llevada al efecto para su posterior degustación. Otra cazuela se llenaba de moras que nos enseñó a coger pero no sin llevarnos buenos pinchazos en brazos, amnos y dedos.
 

 
 

Cuando algún lugareño te cogía por banda te trataba de exprimir al máximo para enterarse del modo de vida tuyo y de tú familia en Madrid. La gran mayoría no habían salido del pueblo nada más que en verano a la recogida de la cosecha en ir a fiestas de pueblos contiguos, Mojados, Pedrajas de San Esteban, Hornillos, Íscar, etc.

A duras penas algunos había ido a su capital y menos a Madrid. Todo lo que les contaras eran novedades casi increíbles para ellos.

Curiosidad de este pueblecillo es que en su posada, en los finales del siglo XIX detuvieron al famoso bandolero madrileño Luis Candelas

Con ello doy por finalizado el tema rural del chismorreo que de una forma u otra similar era común en todos los pueblos de aquella España, sin, casi radio y ninguna televisión, tampoco les llegaba el ‘papel’ que es como mis abuelos llamaban a los periódicos.

¡Qué tiempos aquellos! Y su propia ignorancia les abastecía de felicidad.

(Continuará…)

 

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